Historia #2: Eda Busso, Pintora

Luego de mi primera experiencia como entrevistador para hobbialo, comencé a buscar a más personas que realicen cosas que le apasionan. Pero me dí cuenta de que no tenía que ir muy lejos: dentro de mi familia –por suerte–, ¡Hay mucho talento para documentar! Y entre esos talentos, está el de mi querida abuela Eda, que pinta unos cuadros increíbles.

Eda y su pasión que trasciende más allá de sus obras.

Fue en la cocina de su casa que se dio la conversación mientras preparaba un café batido. La pava, como de costumbre, hervía sobre una maceta de barro. En ese momento, aparece Mingo, su compañero de vida, que se levantaba de su corta siesta para escuchar la conversación.

La pava sobre la maceta de barro, para aprovechar el calor del fuego.

– Abuela, ¡Ví que pintaste a Messi! –Le dije, mientras degustaba el café recién servido.

– Sí. ¡A ése lo hice para juancito! (Juan es uno de mis primos más chicos y es fanático de Messi). –¡Quedó re lindo! Pero, el que es una maravilla es el que le hice a tu hermano: un caballo… ¡No sé dónde lo tendrá ese desgraciado! –Me decía mientras se reía, intuyendo que ese caballito podría estar perdido.

Queriendo defenderlo, le respondí: –¡La verdad, es que no sé! ¡Seguro debe andar por ahí! El flaco tiene una manera rara de guardar las cosas. 

Mi defensa no hizo más que provocar una carcajada. Y seguí: –¡Yo tengo el lobo! ¿Te acordás?, –Le dije con miedo a que me preguntara dónde estaba. Ese lobo descansa –sin saber por qué, encerrado en mi ropero– esperando a ser colgado desde el día en que me lo regaló: hace ya más de tres años. Sin darle lugar a esa pregunta, comencé a contarle un poco la idea de Hobbialo y la importancia que tenía para nosotros que las personas pudieran hacer lo que les apasiona.

La pasión es más fuerte

Eda, que me escuchaba con mucha atención, observó cómo Mingo se levantó y –silenciosamente– desapareció de la escena. Yo continuaba argumentando mis ideas y al cabo de unos segundos, él volvió desde su dormitorio con dos cuadros en sus manos: –¡Quería mostrarme dos certificados en los cuales se leía que él había participado en un show que dió con el coro del pueblo! –Me contó que le apasionaba la música. Que desde chico le gustaba no sólo poder tocarla sino también bailarla. Pero que en ese tiempo, si él decía que quería ser músico, ¡Lo sacaban a patadas en el traste! Y me dijo: –¡Por eso es que ahora lo estoy haciendo! Empecé clases de órgano y estoy en el coro local. ¡Hasta fuimos a cantar y tocar al Teatro Real de Córdoba! 

Todo esto, lo decía con gran orgullo. Ví en la mirada de ambos lo que produce hacer lo que nos gusta. Ví a dos personas ansiosas por contarme sus pasiones y de qué se trataba lo que hacían durante su tiempo libre y compartirme sus logros.

En ese momento, sin que yo le preguntara, mi abuela me dice: –¡Claro! ¡Como a Mingo le gusta la música, a mí me apasiona dibujar y pintar! Cuando iba a la escuela de las monjas, mi mamá me había regalado una caja de lápices Faber. ¡Eran buenísimos y muy caros en esa época! Yo pintaba pajaritos y flores, entre muchas otras cosas. Siempre cuando les hacía el sombreando pensaba: –¡Yo alguna vez voy a pintar un cuadro! ¡Voy hacer algo con este don! –Pero la vida te lleva y en lugar de pintar cuadros, pintaba dibujos con mi máquina de coser mientras bordaba. Pintaba con la aguja. Seguía sombreando con hilos de colores como aquella niña con su lápices Faber. Fue la única manera que encontré de ganarme la vida y seguir haciendo lo que me gustaba: seguir pintando. 
–Después de los sesenta y largos, es que pude pintar nuevamente. Pero esta vez sí, con pinceles y acrílicos. ¡Hasta empecé clases de pintura de la Lili! (su profesora de pintura). En un momento sentí que ya era hora de largarme con mis cuadros. –¡Mirá, éste es mi primer cuadro! No lo pinté tan feo, ¿no? Vení, Pato (así es mi apodo), vení a ver. Acá está la fecha de cuando lo hice. No alcanzo a ver bien, fíjate vos. No sé si fue en el 2012 o en el 2013.

Me levanté para corroborar la fecha y me puse a mirar su primer cuadro. Mientras ella hacía de guía explicando la técnica que había utilizado, Mingo con su teclado, nos deleitaba con una melodía de fondo. ¡Me sentía en el mejor de los salones de arte!

–¡Vení! Vení a ver este que tengo en mi pieza. Es un cuadro de Jesús. Cuando lo hice, me sentí con mucha paz. Me sentí realizada. ¡Quedó hermoso! –Me decía mientras ladeaba su cabeza para ambos lados como un artista valorando su propia obra desde distintas perspectivas.

Mientras recorríamos las habitaciones mirando sus cuadros me dice nuevamente: –Mirá Pato, acá está la mejor de mis obras. Es una gigantografía de dos de mis primos, Pedro y Juancito. Calculo que en esa foto deben haber tenido 5 y 2 años.

Y con voz suave, mientras contemplaba la foto, dijo: –Ustedes Pato, ustedes mis nietos ¡Son mi obra maestra! –Luego hubo un silencio de unos pocos segundos. Sacó la mirada del cuadro para mirarme y no hizo falta más nada para entender lo mucho que le debemos. Aproveché para sacarnos una foto juntos, donde ella sugería que la mejor posición era mirar hacia arriba como toda una artista.

Mientras seguíamos haciendo el recorrido por su casa, y al ver todas las pinturas que tenía, además de las que ya había regalado, tomé dimensión del trabajo y del tiempo detrás de cada cuadro, y que en realidad, ese era el valor real de cada una de sus pinturas.

La verdad que en este recorrido me respondió más de las preguntas que yo pensaba hacer. Sin embargo, le pregunté si se animaba a participar y responder las preguntas que hacíamos en las historias de hobbialo.

–¡Por supuesto! –Me dijo riendo.

–Bueno ¡Vamos Edita! –Nos sentamos en la cocina y comenzamos.

¿Quién es Eda Busso en este momento?

–Una abuela feliz. –Me respondió, sin pensarlo.

–Sin duda, una abuela feliz. La verdad que sí. –Me reafirmaba mientras sonreía y trataba de disimular las lágrimas de emoción en sus ojos, seguía diciéndome: –Con todos los nietos que tengo, trece en total, más algunos bisnietos, para mí es un honor tener la familia que tengo. Son todos buena gente, Pato. Eso es lo único que importa. Es lo que queda, es mi legado. Cuando nos juntamos, veo que están todos unidos. Sumado a Mingo, que es un gran compañero y muy bueno conmigo, me hacen una persona inmensamente feliz. Yo me veo así, una abuela muy feliz.

¿Cuál es tu hobby y cómo lo descubriste?

Como te dije, cuando yo era chica pintaba con los lápices de colores, y de ahí me quedó. Siempre me gustó dibujar y pintar. Me resultaba fácil. Así que no fue difícil descubrir mi hobby y saber que alguna vez iba a poder pintar. Me llevó su tiempo. Hoy tengo 76, muchos años.

¿Alguien te enseñó?

No. Seguramente, esta habilidad la heredé de alguien pero no sé por qué los nonos eran muy cerrados. No se permitían hacer lo que les gustaba. Sólo trabajaban y trabajaban.

¿Te gustaría que alguien de tu familia siguiera tus pasos como artista?

–¡Más vale! ¡Me encantaría! Mateíto (uno de sus bisnietos), ¡Vos vieras cómo dibuja y como pinta!

¿Qué te motiva hacerlo?

–Yo lo hago para tener el tiempo ocupado en algo que me guste hacer. A esta altura de la vida, si hay algo que sobra es tiempo, sumado a que yo soy una persona muy casera. Entonces, esto de pintar me queda bien. Yo soy feliz pintando en mi casa. Otra motivación es porque lo hago para regalarlos. Siento que estoy regalando un pedacito de mi tiempo, que es lo más importante que tenemos. ¡Yo me pongo chocha (feliz) al regalarlos!

¿Cuáles son tus sueños y objetivos en cuanto a tu hobby?

–Mirá, mis sueños en cuanto a mi hobby y en lo personal se cumplieron todos gracias a Dios. Lo único que me queda, es conocer el Chaltén, pero ya voy a ir. Sólo que, con esto de la pandemia, tengo que esperar. Pero como te decía, mis sueños están cumplidos, ya estoy hecha. Feliz y en paz.

¿Cuáles crees que son los mayores retos que tendrías, si quisieras vivir de esto?

–Mirá, yo nunca lo pensé desde ese lado. Siempre lo hice porque me gusta y para regalarlos a los que quiero. Jamás cobré un cuadro. Sólo uno que ¡Lo cambié por una plancheta! –ja ja –Pero si tuviera que dedicarme o si alguien quiere dedicarse a pintar, el único reto que hay es intentarlo. Empezar, tener ganas. Nada más. Hoy está todo para que la gente pueda hacerlo.

¿Vale la pena hacer lo que te gusta?

–Sí. Mirá, pato. Yo lo hice de grande y siento que cada cosa se da a su tiempo. No hay que forzar nada, pero claramente vale la pena. ¿Qué otra cosa va a valer más que hacer lo que te gusta? A mí me entretiene, me distrae, me libera.

Fin de la nota.

Sección despedida

Mientras las preguntas y su historia iban culminando, le pedí que me preparara otro café (como excusa para quedarme otro rato más charlando, cosas de abuela y nieto), y me invitó a comer un puchero (comida típica en su casa) que iba hacer en uno de esos días. Así que, agendé la cita con la abuela Eda.

Hacer esta nota no sólo fue bueno para Hobbialo, si no también, lo fue para mí. En lo personal, me sentí un niño nuevamente compartiendo con su abuela. Me dí cuenta lo mucho que tenemos de ella y lo mucho que le debemos. Sin duda, ese lobo que estaba descansando en mi ropero estaba esperando que este momento pasara para encontrar el mejor lugar en mi casa.

Sección networking

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Hobbialo es un espacio para destacar historias de personas que viven a través de su pasión. Buscamos conectar y motivar a las personas, mostrando un poco más el trabajo de los hacedores como una linda excusa para que todos hablen de sus pasiones.

Esta entrada tiene 4 comentarios

  1. Luisina

    Me encantó la nota! 👏👏👏👏

    No sabía que había pintado tantos cuadros 🥰
    muy bellos todos. Felicidadess Educha!

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