Historia #8: Eduardo Javier Gomez Haedo, Infierno grande – Cerveza artesanal

Les presento una historia con mucho Rock and roll: Eduardo Javier Gomez Haedo, alias “El Man”, es un rockstar –que tiene mucha pero mucha onda–, con una notable pasión por la música y la cerveza artesanal. Además, ¿saben qué? Nos contó que ¡le encantan las historias de hobbialo

La previa

Un día conversando con Eduardo sobre la cerveza artesanal que él fabrica, le cuento que en el negocio de Micaela, mi cuñada, había visto unos Growler: un botellón de dos litros que sirven para llevar cerveza tirada. Mientras le sugería que estaría bueno que lo implementara, él con fundamentos, me dice que no está seguro que funcione, ya que, debía tener una canilla especial para su correcto llenado. Pero, a su vez, no quería quedarse con la duda y me dice, ¿sabes qué vamos a hacer? Llévate de regalo uno lleno y probemos a ver qué pasa. A los dos días “el Man” se comunica conmigo, intrigado por la experiencia con el growler. Le conté que había sido todo un éxito, que hasta dos días la cerveza seguía teniendo gas y, entre charla y charla, se me ocurrió que él podría participar de Hobbialo contándonos su historia. Le pregunté si se animaba y me dijo que sí, que le encantaría compartir su pasión por el arte de hacer cerveza artesanal; una pasión que descubrió a raíz de una necesidad. 

Los growler ya en el bar Puerta Roja.

Le dije que me avisara uno de estos días y yo me llegaría a su casa. Una tarde me llega un mensaje de texto que decía:

–Hola, Pato, ¿cómo estás?. Che, vos sabés que estoy justo embotellando ¿podés llegarte? 

–Hola, Man ¿Cómo estás? ¡Dale! ¡genial! ¡Sí, tipo 17:00 hs voy! 

Ya en la vereda de su casa, nos encontramos y nos saludamos. Yo estoy con mi mochila y una bolsa llena de Growlers:

–¡Hola, “Man”! ¿Qué hacés? ¿Cómo estás? –le digo.

–Eh, “Patillo”, ¿venís con todo el “botellerío”? –me responde mirando la bolsa que traía.

–¡Sí! ¡Acá están los growlers! ¡Qué ventarrón que hay! –estaba algo ventoso el día.

–¡Sí, tremendo! ¡Vení, vamos adentro! –me invita a pasar.

Al entrar a su casa, me encuentro con Ale, su señora y su hijo Juan Cruz. 

De pronto, “el Man” me pregunta con voz fuerte y clara:

–¿Capuchino? ¿”te vá”? ¿o café?

–Lo que venga –le respondo mientras Ale lo mira y dice:

–¿Cervecero que invita con café? Es raro esto.

Inmediatamente el Man interrumpe diciendo:

–¡Es que en casa de herrero, cuchillo de palo! dicen ja ja ¡como el “Beto”! ja ja ¡¿No me digas que él te invitó con un cuchillo?! ja ja ¡Yo me enteré por Hobbialo, que él hacía cuchillos! En realidad, leí todas las historias de hobbialo

Ale interrumpe diciendo:

–A mí, la que me gustó, es la historia de Juan. Vah, ¡es la única que leí! ja ja.

Mientras hablábamos y el Man preparaba el capuchino, Juan Cruz me miraba y escuchaba con curiosidad. Me agacho y le pregunto: –Y usted señor ¿cómo se llama? –Su respuesta fue un silencio rotundo y una mirada tímida entre sus rulos. Entonces, el Man me dice: –Ése señor se llama… ¡John Cross! (Juan Cruz, en inglés) y es de la tribu de los cara sucia ja ja. Pato, el capuchino ¿con azúcar o sin azúcar? ¡menos mal que pudiste venir hoy, si no, no iba a poder hasta la semana que viene!

–Con azúcar, Man. –Le digo mientras observo un instrumento musical. Se trataba de una mini batería alojada en un rincón, y tratando de hacer hablar al pequeño John Cross, le pregunto: –¿De quién es esta tremenda batería? 

Juan Cruz me mira y lo mira al Man mientras él le dice: 

–Mostrarle al Pato como hacés ritmo en la “Bata”.

Juan Cruz me mira nuevamente entre sus rulos y va hacia la batería, pero desiste de la idea justo antes de tocar.

–Dale, John andá a buscar los palitos y mostrale cómo haces “Tum, Paff, tum, paff” –le dice, el Man, siendo su más grande admirador.

–¿Le gusta el rock? –pregunté mientras John Cross se preparaba para comenzar el show.

–Sí, espero que sí. Aunque Ale le está haciendo escuchar mucho cuarteto ja ja. 

De repente, ¡Tum, paff, tum, paff! ¡Comenzó el show! ¡Muy bien John! –le decimos los dos casi al mismo tiempo. Mientras el show seguía, el Man me da el capuchino y me dice vení, vamos a la cervecería, a mi “laboratorio”, mientras Jhon se entretiene con la “bata”.

El pequeño John Cross deleitándonos con su talento.

Al entrar quedé sorprendido por las instalaciones. ¡Realmente parecía un laboratorio! Una sala llena de depósitos de acero inoxidable comunicados por extensas tuberías, y mientras el Man me explicaba la función de cada artefacto, me cuenta que tiene una capacidad de producción de 2000 litros por mes, mientras él me daba una clase intensiva de cervecería, se notaba en cada palabra la pasión que le ponía a este impresionante proyecto. Luego de tomar algunas fotografías del lugar, regresamos a su casa para continuar con las habituales preguntas de Hobbialo. Y así, con esta gran introducción, arrancamos con una nueva historia para compartir.

Sección preguntas y respuestas

¿Quién eres en este momento?

–Me defino como una persona que jamás, jamás, pero jamás, dejó de soñar. Nunca dejé de ser ese niño que está soñando y pensando que es lo que quiere hacer. En cierta forma, está creando permanentemente lo que sueña. Escucho mucho “su voz” porque en definitiva fue quien me llevó a lograr todo lo que soy y no tengo dudas que me va a guiar para lograr todo lo que todavía quiero ser.

¿Cuál es tu hobby y cómo lo descubriste?

–Mirá, cuando vivía en Buenos Aires –en Bolívar, más precisamente–, entre todas las amistades que allí tenía, un amigo en particular, quería que lo acompañara para poner una cervecería. La idea no era fabricar cerveza, si no poner un bar con cerveza tirada, como lo que estoy haciendo hoy en “Puerta Roja” –su propio bar en Villa Ascasubi–. Esta propuesta justo se daba en un momento de transición en mi vida, ya que en la empresa que trabajaba no había más trabajo y fui despedido. Entonces, decidí dejar Bolívar para volver a Villa Ascasubi, mi pueblo. 

El momento “Breaking bad”

Una vez instalado en la “Villa” una pregunta no dejaba de darme vueltas en la cabeza, ¿y ahora qué hago? ja ja y me encuentro con mi amigo de toda la vida “Pancho” y me dice: –¡Che, “Negro”! ¿No querés que hagamos cerveza artesanal? –Inmediatamente le dije que sí. Así que empezamos a planificar cómo y en dónde la haríamos. Casualmente, estábamos los dos viendo la famosa serie “Breaking Bad“, en donde un profesor de química y un alumno, comienzan a fabricar metanfetamina dentro de una casa rodante. Se nos ocurre utilizar una vieja casilla que tenía Pancho. Era una “crotera”. Decidimos que allí sería nuestro pequeño laboratorio. Nos había gustado mucho la idea. La casilla estaba disponible y sólo faltaba comprar los equipos para empezar a producir. En un principio, pensábamos arrancar con algo pequeño y casero, con algunas conservadoras, como para ver qué pasaba. Pero antes, quería saber si alguien había intentado fabricar cerveza en “Villa”. Me encontré con una persona que estaba fabricando pero no para vender. Me contó del proceso y me explicó muy amablemente todos los pasos y mientras esto pasaba, mi entusiasmo crecía más y más. En un momento, le pregunté cómo veía la idea de producir a mayor escala y venderla en el pueblo, y su respuesta fue la que me terminó de convencer; me dijo: –¡Dale para delante!

Casa rodante de la famosa serie Breaking bad.

Cerveza artesanal vs cerveza industrial

–Mirá, una vez que probás cerveza artesanal no volvés más a la industrial. Estando motivado y convencido de la idea, nos reunimos nuevamente con Pancho y le digo: –”Negro”, hay que arrancar con un equipo grande y de calidad, así podemos producir a mayor escala. Y si no funciona, lo podemos vender, y si nos va bien, podemos escalar a un mejor equipo. Como yo contaba con la indemnización de mi anterior trabajo decidimos ir por algo más profesional y dejamos la vieja idea de las conservadoras. Así que compramos un equipo para producir 50 litros de cerveza. De esta forma, pasó de una idea medio loca –de hacerlo en una casilla “estilo Breaking Bad”– a un proyecto más serio. Queríamos vender un producto serio, así que antes de experimentar fui a estudiar. Me hice un curso en Córdoba sobre la producción de cerveza. Hasta este punto, esto no era un hobbie. No había pasión. Si bien me “copaba” la idea, todo lo que estaba haciendo lo hacía por necesidad. La pasión llega después.

Manos a la obra

Lejos de arrancar en la vieja casilla comenzamos en un garaje. Compramos los insumos, armamos los equipos, esterilizamos todo, y comenzó el gran desafío de hacer la primera producción. Más allá de mis conocimientos adquiridos en el curso, en la práctica todo es diferente. Siempre hay detalles que se escapan del libreto, y en nuestro caso, fue mantener el fermentador a una temperatura baja, ya que no teníamos enfriadores. Así que, en pleno verano, metimos el fermentador de 60 litros en un armario y lo tapamos con frazadas mojadas y un ventilador para que le de frío. Así mismo, estábamos a 5 grados por encima de la temperatura ideal. Transcurrido el tiempo requerido, pasamos a la etapa de embotellado. Le pusimos el almíbar con una jeringa, botella por botella, para que haga la segunda fermentación. Tapamos y esperamos un semana de guarda. Luego llegó el momento de probarla. ja ja. Abrimos la primer cerveza y se sintió “psshh”. Ah, ¡qué alegría que nos dio! ja ja. ¡Había gas! Al servirla, ¡hacía espuma! ¡Wow! ja ja. El color era medio raro y nos generaba cierta desconfianza pero como era la primera cerveza que habíamos hecho decidimos cerrar los ojos y la tomamos. Tenía un gusto raro, como a manteca ja ja. El paladar nos quedó aceitoso, pero para nosotros fue todo un éxito. 

Estábamos muy contentos con la primera producción y sólo nos faltaba mejorar la temperatura. Para la segunda producción ya contábamos con una heladera exhibidora y el resultado fue increíblemente superior ¡no había sabor a manteca! ja ja. Hicimos un giro de 180 grados, utilizando la misma receta. En este punto, puedo asegurar que nace la pasión. Disfrutaba de todo el proceso de fabricación. Me di cuenta que es prácticamente un arte. Cada paso tiene sus secretos. Cada persona hace una cerveza completamente diferente dependiendo del toque que cada uno le dé, y eso, ¡me volvió “loco”!

A la gente le gustaba lo que hacía y eso no tiene precio. Es por eso que digo que esto arranca por necesidad y hoy lo hago por pasión. Me encanta.

Eduardo Gomez Haedo, “el Man”

Pronto, el garaje nos quedó chico y decidimos alquilar un local. Entramos al local junto con Pancho y el me dice: –Mirá, Negro, yo se que vos estás necesitando trabajar y yo te estoy frenando un poco. A mí se me complica, ya que tengo que atender mi otro trabajo así que te dejo tranquilo. Yo me “abro”. Después arreglamos, no te preocupes. –y se retira. Yo al ver el local y después de esa conversación dije: –¡Acá hay que poner un bar paralelamente con la fábrica de cerveza! Entonces, comencé a pintar y acomodar todo. También amplié el equipamiento para la fabricación de cerveza, multiplicando por cuatro la capacidad de producción. ¡Fue increíble ver cómo se vendía mi cerveza! ¡me quedaba sin stock! A la gente le gustaba lo que hacía y eso no tiene precio. Es por eso que digo que esto arranca por necesidad y hoy lo hago por pasión. Me encanta.

Imaginate que todo esto que te cuento se dió en una situación muy particular, durante la pandemia, y así mismo yo lo disfrutaba. Recuerdo que como había horarios restringidos para poder circular, me organizaba de tal manera que pudiera seguir fabricando. Me levantaba a las 5:30 am para ir a moler la cebada a mano con un molinillo, producir todo a las apuradas para que cuando sonara la sirena de los bomberos a las 18:00 hs estuviera todo listo, lavado y acomodado, para poder regresar a mi casa. Esta motivación me hizo seguir estudiando para mejorar el producto, y llegó un momento donde me dije: –¡Acá hay que dar un saltito más! –y trasladé la producción de cerveza al fondo de mi casa. Le comí un pedazo de patio a “Ale”, ja ja, para armar el depósito donde hoy viste montada la fábrica. Esto me dió comodidad absoluta para trabajar. Así mismo, siento que aun sigue siendo chico, pero por suerte “Ale” tiene más patio ja ja. Otro paso gigante, fue registrar la marca “Infierno Grande” lo cual no fue nada sencillo, ya que había un fabricante de vino que pujaba por la marca, pero al final se me dió y hoy tengo mi marca registrada. Ahora sólo queda sacar los permisos para vender cerveza a nivel nacional. Así que, acá andamos, a full con una de mis pasiones ja ja.

En los inicios de Infierno Grande bar.

¿Qué te motiva hacerlo?

Como te dije, esto es una pasión descubierta en el proceso, pero lo que en realidad primero me motivó fue la necesidad de hacer algo. Tenía mi vida prácticamente resuelta hasta que llegué acá, y me preguntaba, y ahora ¿qué hacemos? Necesitaba hacer algo y sumado al cansancio de estar afuera de mi casa y de trabajar dependiendo de alguien, hicieron que esta vez quisiera emprender por mi cuenta. Así que la motivación en primer lugar viene desde la necesidad económica y segundo de la necesidad de libertad, de manejar mis tiempos, de manejar a mi manera las cosas. Pero pensándolo bien, mi mayor motivación siempre fueron y serán los sueños. Ese niño interior que me empuja a cumplir sus sueños, y por suerte tengo muchos sueños por cumplir.

¿Cuáles son tus sueños y objetivos?

Mis sueños son muchos. Parte de mi pasión está depositada en el hobbie de crear cerveza artesanal pero hay otra parte que está ligada a la música, es que ¡soy muy artista! ja ja. Me veo arriba de un escenario, nuevamente, haciendo que las personas canten mis canciones.

¿Tienes canciones propias?

Sí, tengo varias. Me gusta componer y poder transmitir y motivar a otras personas a través de mis letras. 

Con respecto a “Infierno Grande”, sueño con brindar un producto que guste, que las personas lo vuelvan a pedir y más allá que es lo que uno necesita económicamente, hay una satisfacción personal enorme de saber que lo que uno hace, está bueno. Eso no tiene precio.

Sueño con una fábrica enorme acá al lado de mi casa, ja ja. ¡Juro que la veo! ¡Salgo de mi casa y la veo! ja ja. Son muchas las cosas que tengo en mente, y sé que, paso a paso, las voy a ir creando. ¡Cómo no voy a estar motivado, si todo lo que alguna vez soñé, lo estoy logrando!

¿Cuáles crees que son los mayores retos que tendrías, si quisieras vivir de esto?

En este momento, es difícil mantenerse. Veo a muchos micro emprendedores vendiendo sus equipos. Es difícil competir a baja escala contra los grandes que hacen cerveza industrializada. Incorporarse al mercado es difícil, ya que las grandes marcas no permiten que los minimercados y kioscos vendan la cerveza artesanal. Ellos le proveen con la condición que vendan exclusivamente sus productos. Por suerte, existe un abismo de diferencia entre la industrial y la artesanal. Los que hacemos cerveza artesanal ofrecemos un producto muy superior al industrial. Cada fabricante realiza una cerveza diferente, dependiendo del lugar en que esté, principalmente, por el sabor del agua. Por suerte, en la “Villa”, tenemos una muy buena calidad de agua. Eso tiene mucho que ver. Entonces, se podría decir que yo fabrico una cerveza característica de Villa Ascasubi. La cerveza de mi pueblo.

¿Qué es el éxito?

El éxito es parte de la vida. Es tropezar, caerse, volverte a levantar. Es que te peguen “400 piñas” y que salgas del otro lado con ganas de seguir luchando.

¿Un momento épico?

Sí. Me acuerdo de uno, en donde hice el curso para aprender a fabricar cerveza. Ellos hacían la “cata”, o sea, las probaban. Así que llevé unas muestras de mi producción, y obtuve muy buenas devoluciones, lo cual, validó mi proceso y me motivó a seguir. No sé si fue épico, pero sí muy importante para mí.

¿Vale la pena hacer lo que te gusta? 

Sí, ¡me encanta! Vale la pena, más allá que todavía sigue siendo un microemprendimiento, y uno no vive exclusivamente de ésto. Pero vale la pena hacerlo. En primer lugar, porque me apasiona y, en segundo lugar, porque mi niño interno me dice que voy a llegar a cumplir todos sus sueños, me dice: –¡Dale loco, dale! ¡vos podés! ¡Lo estamos logrando! ja ja. Son puras satisfacciones: estar embotellando y que tu hijo entre a ver cómo lo hacés y vos enseñarle, está muy bueno, es lindo.

La felicidad de hacer lo que nos apasiona.

¿A quién le dedicas esta historia?

Sin dudarlo a “Ale”, mi señora, que me apoyó desde el “momento cero”. Ella entendió lo que yo quería hacer. Me acompañó, se preocupó y se ocupó en los momentos difíciles. Se la dedico a ella, por lo firme e incondicional que es. Sin ella, yo no podría haber logrado lo que logré y lo que quiero lograr. ¡Qué se prepare, porque hay mucho más! ja ja.

Sección despedida

–Bueno, Man. Concluímos con la historia. Gracias por contarnos paso a paso todo lo que hacés y lo que significa para vos. Si alguien quiere comprar tu cerveza ¿dónde la puede conseguir?

–Y bueno, acá gracias a Hobbialo que me acaba de traer los growler de dos litros, ya pueden ir a pedir estos botellones a mi resto bar “Puerta Roja” y disfrutar de una buena cerveza para la noche, para un asadito o una picada, o bien como lo he venido haciendo hasta ahora, la pueden consumir en el bar como cerveza tirada, acompañada de nuestra amplia oferta gastronómica. ¡Gracias a vos Pato! Por tenerme en cuenta y contar mi historia en Hobbialo.

–Última pregunta ¿quién fue el primero que tomó tu cerveza en growler?

–¡Vos! ja ja.

Juto al Man antes de despedirnos.

Sección conclusión 

Esta historia nos enseña lo valioso y poderoso que es tener un sueño y que, a pesar de los tropiezos que tengamos, hay que intentar cumplirlo por aquel niño que nos susurra al oído:  “¡Dale, loco! ¡dale, vos podés! ¡dale, que lo estamos logrando!”.

Sección networking

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